"Érase una vez un matrimonio que tenía que tres hijos. El primero era médico, el segundo policía y el tercero jardinero.
Los padres de la familia estaban orgullosos de su primer hijo ya que en la cuidad en la que vivían hacia mucho frío 10 de 12 meses del año y la gente se resfriaba con frecuencia: haciendo el trabajo del médico muy importante en la comunidad. De igual manera, su segundo hijo, el valiente policía ayudaba a todos los vecinos cuando los ladrones venían por la noche a intentar robar sus ovejas y gallinas, sin embargo en esta ciudad no necesitaban jardinero ya que siempre nevaba y hacía frío y había pocas flores que cuidar; así que los papás pensaban que su tercer hijo era un fracasado.
Joaquín que así se llamaba este intrépido jardinero no permitió que ni siquiera sus padres le llamasen fracasado y a pesar del gran que amor que tenía por su familia, partió a otras ciudades para poder usar su trabajo por la naturaleza.
Joaquín estuvo triste varios días porque se sentía sólo y al final se preguntaba a sí mismo si su familia no tendría realmente razón ya que ser jardinero podría ser un fracaso, después de todo... ¿ para qué servía?
Después de varios meses, Joaquín llegó a un pueblecito de la montaña que brillaba por su belleza y bonitas casas de colores rodeadas de unos grandes jardines enflorados que...¡un momento! Al acercarse al gran bello jardín, Joaquín vio que toda la tierra estaba removida y que las flores estaban despedazadas por el suelo. Además en lo alto de una brillante escalinata de mármol blanco, una joven princesa lloraba a hombres de su padre Rey, al ver sus jardines en ese estado.
Joaquín no pudo evitar acercarse a la princesa para preguntarla a que se debía ese destrozo.
La muchacha entre lágrimas le confesó que había tres malvados caballos que no querían que la gente del pueblo fuese feliz y por eso cada noche, a pesar de los intentos de los mejores cazadores de ahuyentarlos, vuelven a destrozar todo el trabajo de los jardineros de palacio.
Joaquín, que era valiente, decidió trabajar como jardinero en palacio y no sólo eso, también pasaría la noche en los jardines y hablaría con los caballos ya que él no creía que ningún animal quisiese hacer daño a los vecinos.
Esa misma noche, les espero en la puerta de hierro mientras tocaba su guitarra. A los pocos minutos aparecieron tres caballos, uno negro, uno castaño y otro tordo, Eran grandes y fuertes e intentaban tirar la puerta abajo al ver a Joaquín con su guitarra. Rápidamente el jardinero se dio cuenta de que los caballos pensaban que la guitarra podía hacerles daño, así que comenzó a tocar su música y estos apreciaron el gran amor de Joaquín hacia los animales.
Dejaron de dar coces a la puerta y se acercaron al joven muchacho explicándole que sólo querían un poco de comida. Todos en el pueblo les tenían miedo y nadie nunca se había parado a preguntarse que es lo que querrían.
Joaquín que sabía mucho de coles y zanahorias, les ofreció unas cuantas cada día, sabiendo que serían sus favoritas, hasta que un día todos los vecinos del pueblo entendieron al ver los jardines perfectamente cuidados que los caballos nunca habían sido malvados.
La historia del jardinero que se hizo amigo de los caballos recorrió todos los alrededores hasta que finalmente llegó a la cuidad en la que vivía familia del jardinero que no le había apreciado. Muy tristes por haberle ignorado, fueron en su busca para demostrar arrepentimiento y cuál fue la sorpresa de todos ellos al descubrir que Joaquín no sólo no les guardaba rencor si no que gracias a jardineros cómo él, en su cuidad comían ricas verduras y frutas que nacían de aquella tierra.
Esa familia aprendió que todos somos únicos en algo y que simplemente necesitamos que confíen en nosotros.
Joaquín que así se llamaba este intrépido jardinero no permitió que ni siquiera sus padres le llamasen fracasado y a pesar del gran que amor que tenía por su familia, partió a otras ciudades para poder usar su trabajo por la naturaleza.
Joaquín estuvo triste varios días porque se sentía sólo y al final se preguntaba a sí mismo si su familia no tendría realmente razón ya que ser jardinero podría ser un fracaso, después de todo... ¿ para qué servía?
Después de varios meses, Joaquín llegó a un pueblecito de la montaña que brillaba por su belleza y bonitas casas de colores rodeadas de unos grandes jardines enflorados que...¡un momento! Al acercarse al gran bello jardín, Joaquín vio que toda la tierra estaba removida y que las flores estaban despedazadas por el suelo. Además en lo alto de una brillante escalinata de mármol blanco, una joven princesa lloraba a hombres de su padre Rey, al ver sus jardines en ese estado.
Joaquín no pudo evitar acercarse a la princesa para preguntarla a que se debía ese destrozo.
La muchacha entre lágrimas le confesó que había tres malvados caballos que no querían que la gente del pueblo fuese feliz y por eso cada noche, a pesar de los intentos de los mejores cazadores de ahuyentarlos, vuelven a destrozar todo el trabajo de los jardineros de palacio.
Joaquín, que era valiente, decidió trabajar como jardinero en palacio y no sólo eso, también pasaría la noche en los jardines y hablaría con los caballos ya que él no creía que ningún animal quisiese hacer daño a los vecinos.
Esa misma noche, les espero en la puerta de hierro mientras tocaba su guitarra. A los pocos minutos aparecieron tres caballos, uno negro, uno castaño y otro tordo, Eran grandes y fuertes e intentaban tirar la puerta abajo al ver a Joaquín con su guitarra. Rápidamente el jardinero se dio cuenta de que los caballos pensaban que la guitarra podía hacerles daño, así que comenzó a tocar su música y estos apreciaron el gran amor de Joaquín hacia los animales.
Dejaron de dar coces a la puerta y se acercaron al joven muchacho explicándole que sólo querían un poco de comida. Todos en el pueblo les tenían miedo y nadie nunca se había parado a preguntarse que es lo que querrían.
Joaquín que sabía mucho de coles y zanahorias, les ofreció unas cuantas cada día, sabiendo que serían sus favoritas, hasta que un día todos los vecinos del pueblo entendieron al ver los jardines perfectamente cuidados que los caballos nunca habían sido malvados.
La historia del jardinero que se hizo amigo de los caballos recorrió todos los alrededores hasta que finalmente llegó a la cuidad en la que vivía familia del jardinero que no le había apreciado. Muy tristes por haberle ignorado, fueron en su busca para demostrar arrepentimiento y cuál fue la sorpresa de todos ellos al descubrir que Joaquín no sólo no les guardaba rencor si no que gracias a jardineros cómo él, en su cuidad comían ricas verduras y frutas que nacían de aquella tierra.
Esa familia aprendió que todos somos únicos en algo y que simplemente necesitamos que confíen en nosotros.
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