miércoles, 6 de mayo de 2015

HISTORIA. EL CABALLO pre-dómestico

HISTORIA.                         

       El impactante caballo pre doméstico
Para un aficionado o un profesional del  mundo del caballo resulta extraño pensar que existen  ejemplares de “caballos salvajes”, que habiten en nuestros días, en algún lugar del mundo, en plena libertad sin haber sido domesticados. Aunque sea una premisa bastante complicada de afirmar encontramos diversidad de opiniones y testimonios.
En cualquier caso, resulta obvio, que a lo largo de la historia, el caballo ha demostrado ser un gran compañero para el hombre; tanto en modo de transporte y ayuda a ámbitos, tan importantes en nuestro desarrollo, como la agricultura; como tanto en guerras o servicios civiles y distracciones cotidianas.                                                                                                            Lo cierto es que antes de que se empezase a tomar testimonio de la historia con intención de conservarla; los interesados en este tema sólo podemos leer a los primeros estudiosos de la época; teniendo siempre en cuenta que las profesiones atribuidas a aportarnos algo de esta información en esos tiempos serían los zoólogos, naturalistas o científicos, no siempre tan dispuestos a esmerarse con el estudio de un solo animal; de igual modo, con intención de mayor objetividad; es importante observar las primeras pinturas rupestres de Europa, que aunque no se confirmaban en su mayoría con huesos y dientes , por no haber sido posible su conservación, es fácil juzgar que muchos tipos de caballo salvaje deambularon a través de dicho continente durante la época del Paleolítico. No hace falta ir muy lejos para comprobarlo ya que en las cuevas prehistóricas de Cantabria, se encuentran tipos muy reconocibles, entre ellos caballos de gran calidad casi “orientales”. En Niaux, en los Pirineos, encontramos la representación de lo que podría ser un pony Fell. Una de mis pinturas favoritas se encuentra cerca de Les Eyzies, en Font de Gaume, en la que aparece un caballo en actitud de saltar, que nos da lugar a pensar que el “artista” no sólo representaba al caballo como parte del paisaje que observaba si no que interactuaba con él y su comportamiento.
Antes de que estas “pruebas” estuvieran al alcance de cualquier observador, y hasta que Darwin perfeccionó su teoría de la evolución, todo lo que sabían los criadores de caballos acerca del origen de su gran compañero era lo que se narraba en la historia de Noé y el Arca. Cómo conclusión lógica, la especie Equus caballus tenía un único origen. El mismo Darwin, fue poco innovador a este respecto; al intentar demostrar su principios evolutivos y el origen de las especies por selección natural, aludió a los sucesivos antecesores de los equinos como si todos descendiesen de un linaje común; sin embargo; cabe destacar que una teoría pre darwiniana desarrollada por Hamilton Smith postulaba que Equus cabullus procedía de una serie de especies salvajes. Él opinaba que estas diferencias eran principalmente por el color de la capa, lo que explicaría el amplio espectro de coloraciones actuales, sin embargo, a la luz de los acontecimientos que poseemos hoy en día esta parte de su teoría es indefendible.             En 1881, se descubrió el caballo de Przewalski, el cual fue reconocido cómo único antecesor de los caballos domésticos, volviendo de nuevo a apoyar la teoría del origen único. A continuación y a principios de siglo, James Cossar Ewart (1851-1933) que era un zoólogo escocés hizo que de nuevo se tambalease la teoría del origen único gracias a sus diversos estudios realizados por hibridación (entre cebras y caballos), cuyas conclusiones se pueden encontrar detalladas en un artículo que de manera muy lograda le publicó Nature (1904). Realizó una clasificación de subespecies antecesoras al caballo doméstico y se deduce que creía que la distribución geográfica de estas razas era muy extensa, y suponía que dos o más de ellas coexistían en la misma región; como el anotó: “[…] Al igual que África alberga hoy varias especies de cebras, Europa estuvo habitada a principios del Pleistoceno por diversas especies de caballo [...]”. Entre la clasificación que Ewart realizó para referirse a las subespecies salvajes, encontramos una especie norteña, muy vigorosa, a la que denominó caballo escandinavo o del norte. Fue él quien acuñó la expresión “pony celta” para designar una de las subespecies de equino salvaje antecesoras del caballo doméstico. También clasificó a otros antepasados como el caballo salvaje de Mongolia, Equus przewalskii, y dos razas de porte algo superior al del pony, una acarnerada y otro de perfil recto a las que no dio nombre. No incluyó en una raza aparte a los tipos de árabe y derivados creyendo que eran sólo los representantes más orientales del “cline” (como hoy se denomina) cuyos ejemplares más occidentales serían el Exmoor y el pony galés. Cabe destacar, que bajo un punto de vista profesional, los estudiosos más acertados de la prehistoria del caballo son los seguidores actuales de Ewart.
Aunque todavía hoy en día abundan los partidarios de la escuela que postula la existencia de un antepasado común, sobre todo entre los estudiosos de la psicología equina que tratan de explicar el comportamiento de estos animales por referencia a las situaciones a las que estuvo expuesto el antepasado salvaje. Siempre se trata de un mismo tipo de antecesor, que se alimentaba exclusivamente de hierba y habitaba en una inmensa pradera, sin montañas ni bosques visibles que la delimitasen. Por otro lado, gracias a las aportaciones de Ewart y a otros ciertos hallazgos arqueológicos de primera magnitud que se han efectuado a lo largos de los años, tales como los enterramientos de caballos Pazyrik, en la región de Altai; dieron como resultado una clasificación de los caballos postglaciares del Viejo Mundo que manejaron los primeros domesticadores, aunque no se habla de especies como tales, sino de varios “tipos”:
-El primero está representado básicamente por el pony celta de Ewart, mejor llamado pony atlántico. Las razas modernas que más se le asemejan son la Exmoor y cierta subraza islandesa.
-El segundo tipo es el caballo escandinavo de Ewart, que habitó el norte de Euroasia. Las razas modernas que más se le parecen son el pony de los fiordos noruegos, cierto tipo de pony de las Tierras Altas y el caballo de tiro pesado Noriker.
-El tercer tipo no es un pony sino un caballo que tuvo su hábitat en Asia central. Las razas modernas que más se le asemejan son el caballo portugués Sorraia, de color arcilla, y con una forma más estilizada, el Akhal-Teké de Asia central y el Karabakh, ambos castaño-dorados. Fue el antecesor de la razas niseana y bactriana y contribuyó en un 59%, a través de los caballos “turco” bactriano y andaluz, a la creación del pura sangre inglés.
-En el último grupo figura un caballo con el porte de un pony, que habita en el oeste de Asia. La raza moderna que más se le parece es el caspiano, antecesor, al parecer, del árabe y de un puñado de razas afines que se encuentran principalmente en Persia. Este tipo ha dado lugar a multitud de razas domésticas, a las que ha legado muchas de sus cualidades, entre ellas su belleza.
Se incluye en esta clasificación el caballo salvaje del este de Europa y el oeste de Rusia, el Tarpán. Un caballo alto de morro corto y con una capa oscura en verano y clara en invierno. Extinguido en su forma pura a partir del siglo pasado, pero “reconstituido” hoy en las yeguas polancas, se le considera un híbrido natural aparecido en las zonas de encuentro de los hábitats de los tipos desarrollados en primer y último lugar. El Tarpán es el principal antepasado de los pequeños  “caballos de campesino” de Europa centro oriental y de los Balcanes. Este animal fue utilizado por todos los pueblos del este del Mediterráneo que conocían el carro, desde los hititas hasta los griegos, y aún antes por las tribus celtas.
Sin embargo, el caballo Prezwalski (que debe el nombre a su descubridor) no entraría dentro de esta clasificación por factores desconocidos en tiempos de Ewart, ya que la dotación cromosómica del caballo de Prezwalski difiere numéricamente de la que presentan los caballos domésticos, como aclaró R. Geurts . Los especialistas están de acuerdo en un punto: el caballo Prezwalski es el único caballo salvaje que vive actualmente. Es un animal pequeño y robusto: de gran cabeza, cuello poderoso, grueso vientre y miembros cortos. Tiene el pelo ralo en verano y largo en invierno. De un amarillo claro o gris claro, vientre blanco y crines negras  sin tupé frontal. Este aspecto es el que suele representarse en los dibujos paleolíticos.

Como conclusión, todas las demás razas o subespecies llamadas “caballos salvajes” (las más comúnmente conocidas en Galicia, en el País Vasco, en la Camarga, en las Landas o en Europa oriental)  presentan, en realidad, todos los caracteres de las razas domésticas de las cuales descienden. Es, pues, un error denominarlos “caballos salvajes”.